

El Festival de Jazz porteño, que organizó Adrián Iaies, dejó varias perlitas. No hablaremos aquí de la performance de los músicos y de la variedad de conciertos que hubo en esa semana especial. importa más rerflejar una anécdota -o acaso algo más que eso- derivada del Festival y más concretamente de la interacción de los músicos extranjeros con los locales. Charles Tolliver, el gran trompetista norteamericano que participó de esta edición del Festival, quedó encantado por los músicos argentinos con los que compartió escenario, como Ernesto Jodos, Jerónimo Carmona y Pepi Taveira. Pero también terminó fascinado por el trompetista Mariano Loiácono, quien tímidamente pidió tomar una clase con él y sufrió un rechazo inicial. "No doy clases", le soltó lacónico Tolliver. Mariano, más que una joven promesa del jazz vernáculo, le dejó un disco suyo de todos modos, porque uno nunca sabe. Hizo bien. Tolliver lo escuchó, lo llamó y lo convocó a su hotel a tocar. El visitante quedó encantado, fueron a comer juntos y luego hasta escucharon discos en la casa de Loiácono. Tolliver se preguntó por qué no iba a probar suerte en Nueva York. Loiácono debió explicarle resignado que no pudo tomar una beca allá porque le negaron la visa. Ahora Tolliver lo recomendará especialmente para perfeccionarse en Estados Unidos, por lo cual, obvio, podrá tocar e interactuar con los músicos de allá. El episodio confirma que la jerarquía de los músicos argentinos nada tiene que envidiar a los de otros países, acaso con mayor tradición y "mercado". Para los que aún no escucharon a Mariano Loiácono, tienen la oportunidad de acercarse a su música con el disco What's New?, en formación quinteto, del flamante y excelente sello local RivoRecords, que dirige Justo Lo Prete.

























Nació al sur de Londres en una familia muy modesta y llegó a tocar para tres presidentes de EE.UU. a lo largo de su carrera. Su ceguera le facilitó estudiar música hasta llegar a ser un pianista de éxito y un reconocido compositor. Falleció el pasado día 14, en su casa de Manhattan, a la edad de 91 años.
Con su traslado a EE.UU. en 1947 entró de lleno en el bebop: empezó trabajando en el grupo liderado por Oscar Pettiford y Buddy DeFranco para pronto empezar a colaborar con Dizzy Gillespie y en 1950 hacer una gira por todo el país con Billy Eckstine, que culminó con un aclamado concierto en el Carnegie Hall de Nueva York.

Como los amantes del jazz bien saben, Nueva York es la meca de los clubes para escuchar música en vivo y toparse con leyendas o artistas que están en la cresta de la ola. Entre los muchos locales para consumir buen jazz en el Village neoyorquino sobresale Smalls, en la calle 10 y la Séptima Avenida. Por allí pasaron músicos de actualidad relevante como Brad Mehldau, Roy Hargrove o Ethan Iverson. El club fue fundado en 1993 por Mitch Borden, pero en 2001, a causa de la crisis que sobrevino al 11 de septiembre debió cerrar sus puertas. Reabrió en 2007, con la convicción de que nunca perdió el favor del público de jazz, más allá de su ausencia temporaria. Ahora, mientras sigue con su interesante programación en vivo, el club dio paso a un sello que edita gran parte de las presentaciones que allí tienen lugar. El catálogo es más que interesante, más de 15 discos que capturan la espontaneidad del momento y que requieren apenas una mínima edición. Entre los trabajos que se lanzaron en la serie Live at Smalls sobresalen algunos como el del trio Ethan Iverson, Ben Street y Tootie Heath; el quinteto de Seamus Blake (con David Kikoski y Bill Stewart); el trío del pianista Kevin Hays, con Doug Weiss y Bill Stewart; el trío del pianista Kikoski o el cuarteto de Jimmy Greene. De las últimas ediciones puede mencionarse como infaltables la del quinteto del bajista Omer Avital, que incluye a Avishai Cohen en trompeta, Jason Lindner en piano, Joel Frahm en saxo tenor y Johnathan Blake en batería y el piano solo de Spike Wilner. Un lugar y un sello para explorar.








